viernes, 9 de diciembre de 2011

El asador y sus ayudantes de lujo

Cuando el asador avisó a viva voz que en cinco minutos salían los chorizos y la morcilla, las mujeres se levantaron de las sillas y en tiempo récord pusieron las bebidas y las ensaladas en la mesa. Los chicos ya se habían ocupado de los platos, cubiertos y vasos minutos antes.
Gabriel es el que se ocupó del plato principal. Cada cana de su cabellera es un punto de experiencia en asados que lo avalan. Distintas provincias conocieron sus riñones y mollejas al verdeo, y el matambre a la pizza que sin dudas es su especialidad pero sólo en ocasiones especiales, como cumpleaños o días comerciales tales como el de la madre y padre, se puede saborear. Tiene 49 años recién cumplidos y su última gran actuación frente a la parrilla fueron brochettes. Los hizo para conmemorar el Día de la Madre. Compró los ingredientes el sábado y el domingo se levantó a las 8 y en cada palito de madera puso trozos de cebolla, panceta previamente pelada, morrón verde y rojo acompañado del cuadril. Una exquisitez.
Las malas lenguas cuentan que para llegar a comer los asados de hoy en día, tuvieron que atragantar duros pedazos de carne. Pero lo que siempre tuvo fue un asistente de cocina. Nada más fiel que un compañero que esté siempre al lado de la parrilla. Tuvo dos ayudantes. La primera, una amigable y noble ser a la cual llamaban Alma. Grandota, de buen porte. Ella fue una de los testigos de los viejos asados durante 15 años, donde era difícil diferenciar el hueso con la dureza de la tira de asado. Pero ella nunca protestó. Siempre al lado de la parrilla. Cuando Gabriel iba al comedor, ella lo seguía y cuando volvía hacía lo mismo. En la casa de los padres de Gaby, la parrilla de ladrillos refractarios quedaba en el fondo del comedor, a unos 20 metros, pero a Alma no le importaba y se hacía varios viajes durante la comida.
Los años pasaron y el parrillero mejoró increíblemente con la práctica. Los platos cambiaron. Ahora se anima a cocinar matambre a la pizza con todo tipo de ingredientes, desde jamón con morrones hasta berenjenas. Él aclara que todo lo que se le ponga arriba tiene que estar cocinado aparte. Es la mejor preparación por lo que pude comprobar.
Su esposa, Ana, es una gran cocinera también. Trabaja en una panadería preparando comida para el almuerzo. Pero admite que cuando Gabriel toca la parrilla no hay comparación. Si es por ella, querría que su pareja emparrille todos los fines de semana. En las reuniones, Ana, se ocupa de las ensaladas de choclo, zanahoria, lechuga y tomate y cuando se inspira hace unas picadas que suelen ser motivos de pelea con su marido. Él se queja que por comer los fiambres, los comensales suelen comer menos su comida.  
Gabriel estuvo unos años sin ayudante de cocina fijo, a veces su padre y otras tantas su hijo colaboraban. Hasta que apareció Axel. Mucho más pequeño que Alma pero igual de compañero. Es normal verlo un domingo al mediodía transitando por el pasillo del ph de Gabriel para ir del comedor a la parrilla que queda en el fondo de la casa. Sabe que ese es su día. Tiene la oportunidad de comer otra cosa que no sea su comida balanceada. Axel es joven y tiene muchos almuerzos y cenas por delante junto a su compinche. Sus hijos lo celan porque él es el primero en comer. Tiene varios privilegios por ser el asistente.
Gabriel continúa recibiendo aplausos después de su parrillada, Axel nunca los obtuvo pero no le preocupa, mientras pueda seguir comiendo al lado del asador, él estará siempre firme al lado del cocinero.