La seguridad en
el fútbol es un tema habitual en la agenda del periodismo deportivo. Pero para
la política nacional no parece que fuera así. De hecho, funcionarios públicos les
dan trabajo a los barrabravas y no proponen medidas contundentes. Julio
Grondona, en el ojo de la tormenta.
Lionel Messi llora por la violencia en el fútbol. En primer plano
aparece el mejor futbolista del mundo con una lágrima que atraviesa todo su
rostro en un spot realizado por su fundación y la Municipalidad de Rosario.
“Nadie gana” es el lema. Para Raúl Gámez, ex barrabrava y dirigente de Vélez,
el fútbol “se convirtió en un negocio para los violentos”. “Actualmente la situación con ellos es gravísima. El Estado, en vez de
combatirlos, los lleva a actos políticos, mundiales. Los utilizan tanto Guillermo
Moreno como Boudou. Julio Grondona sabe de esto también porque le gusta ser
mafioso”, explica Gámez con cara de indignado en un bar de Liniers, barrio en
el que vive. Cacho Nieto - así quiere que lo llamemos- es hincha fanático de Chicago y coincide en
que los políticos utilizan a los barras: “Hay un barra del club que es “culata”,
o mejor dicho guardaespaldas, de Moreno, ex Secretario de Comercio. Este
muchacho no podía salir del país y viajó al Mundial de Sudáfrica para custodiar
a Messi”
La relación entre el sector político y los
barrabravas es tan oscura como real. Con el paso del tiempo se agigantó y desde
el Estado nadie se hace cargo. Incluye a dirigentes de los clubes y a las
fuerzas de seguridad. Sus documentos son la portación de armas de fuego. La
lista de víctimas que realiza la ONG Salvemos al fútbol, contabiliza 273
muertos y 60 de ellos en los últimos diez años.
“Esto es culpa de los políticos porque bancan
a las hinchadas. No pueden decir que no saben qué es lo que pasa, no quieren
ver”, analiza Nieto en su casa de Villa Insuperable. Asegura nunca haber sido
barra, pero sí amigo. Siempre estuvo, y está, en el club y cuando trabajó lo
hizo adhonorem. Casualidad o no, viste remera y zapatillas verdes y en su
cabeza cuelga anteojos del sol con marco del mismo color que el club de sus
amores. Gámez tiene un saco y una camisa sobria pero también le apunta al
Gobierno Nacional y al Presidente de la AFA: “Quieren aparentar que hacen algo
tomando medidas ridículas como sacar a los visitantes o implementar el AFA Plus
y es mentira, no hacen nada. A Grondona le viene bien darle poder a los barras
para debilitar a los dirigentes. Él necesita dirigentes débiles para manejarlos”.
Cuando Gámez era aún directivo presentó un
proyecto en AFA. Consistía en que no fuera el público visitante por un año y
que no haya venta de entradas, los únicos privilegiados serían los socios. Javier
Cantero quiso hacerlo pero la barra fue más fuerte. También propuso hacer un tribunal
de disciplina pero fuera de AFA, con jueces elegidos por concurso porque “si Grondona
lo maneja sería más de lo mismo”, sintetiza el velezano.
En los últimos 30 años las peleas de los barras cambiaron de modalidad. Así lo explica Nicolás Licera, socio de Huracán desde los cuatro años: “Cambió mucho la violencia. Ahora es entre barras del mismo equipo. Hay negocios y plata. Se pelean para repartir ese dinero. Como por ejemplo: los estacionamientos, las entradas, la plata que les dan por mes los clubes, la ropa y hasta porcentaje de jugadores”. Licera no se olvida de los arreglos políticos: “En muchos clubes están metidos altos dirigentes políticos que utilizan a los violentos para hacer trabajos sucios o llevarlos de campaña con sus bombos”.
El club Colegiales milita en la Primera B Metropolitana, tercera categoría del fútbol argentino. Tampoco está exento de las internas que atraviesan sus hinchas más peligrosos. En octubre asesinaron a Fernando “Pocho” Morales, jefe de una de las facciones del club. Éste tenía relación con el presidente de Colegiales, Rodrigo González, que a su vez era candidato a concejal para Vicente López por el Frente para la Victoria. Gustavo Pereyra es relator partidario del Tricolor, amigo de González y presenció el velorio y la posterior marcha hasta el cementerio de Morales a pesar de que asegura no haber sido su amigo, pero sí que existía un respeto mutuo. Los presuntos asesinos son del sector opuesto de la barra que integró Morales. Se los relaciona con el PRO y el Frente Renovador. “La intención del Secretario de Gobierno, César Torres, es manejar el club, como no lo podían conseguir por las buenas, trataron de hacerlo a través del control de la barra y el apriete a la Comisión Directiva. Todo esto es un apriete para el presidente”, sentenció sin sonrojarse Pereyra.
Gámez repasa anécdotas
de enfrentamientos entre hinchadas cuando él era joven. Con conocimiento de
causa, el dueño de una inmobiliaria en el barrio de las mil casitas dramatiza: “Este Gobierno va a tener más muertos que la última dictadura militar”. “Cuando Menem sacó la colimba la violencia fue cada
vez peor. Los pibes salían más hombres. Menem es el mayor culpable”, declara
Nieto mientras lucha por hacer callar a su handy. Sin ir tan lejos en el
tiempo, Licera, que tiene 19 años, recuerda que “hace diez años las peleas eran
distintas, eran peores”. Los vínculos con los policías y las comisiones
directivas fueron creciendo. Lo que sorprende es que quienes deben brindar
seguridad son cómplices de los que atentan contra el hincha genuino y el
deporte argentino más popular. Las actividades de estos hinchas caracterizados sobrepasan
al fútbol. “Cristian Ritondo, vicepresidente de la Legislatura porteña, y
Roberto Quatromanno, legislador porteño por el PRO, están involucrados en
Chicago. Saben lo que pasa. De hecho, Ritondo se va a postular como vice el año
que viene. Es sólo por dar un ejemplo. Ritondo preside la Solano Lima que es
una de las agrupaciones más delincuente que hay en el país”, explica con una
pizca de resignación Cachi Nieto. Además asegura que “en la agrupación Túpac Amaru
de Jujuy está metida con el club Gimnasia y Esgrima de aquella provincia”. Esta
asociación es presidida por Milagros Sala, que tiene conexión política con el
Frente para la Victoria.
Para todos los entrevistados la violencia en
el fútbol “no tiene vuelta atrás”, excepto para Pereyra, que tiene fe en que de
a poco “todas las instituciones llegarán a una solución definitiva con la
presencia de barrabravas, pero sin violencia”. La pasión del fútbol argentino
se está perdiendo. Año tras año, los hinchas concurren menos a los estadios y
el folklore de los cánticos entre una hinchada y la otra desaparece. En 20 años
la asistencia en las canchas argentinas disminuyeron en un 100 por ciento. En
la temporada 1993/1994, la venta de boletos ascendía a 2.743.990 mientras en la
etapa 2012/2013 se pasó a 1.297.679.
Mientras, Messi llora por la violencia en el
fútbol nacional. Messi caracteriza a los fanáticos de este deporte que
quieren ir a ver tranquilos un partido
de su equipo favorito. Messi quiere que gane el fútbol.
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