Los ingresos a los estadios del fútbol argentino son, en muchos casos,
vergonzosos. Apretones, empujones, gritos, corridas, policías reprimiendo. Leila
Argüello tiene 25 años y es hincha de San Lorenzo. Lo sigue a todos lados desde
2007. Siempre la acompaña su mamá. Con la prohibición para los hinchas
visitantes, sólo concurre al Nuevo Gasómetro.
Cuando el club de Boedo llegó a la final de la Copa Argentina frente a
Arsenal, el 16 de octubre, se les abrió la puerta a los hinchas para volver a
viajar y presenciar el partido en Catamarca. Leila viajó con su madre y a la
hora del tradicional cacheo, la hicieron entrar a una carpa y las oficiales de
la policía provincial la obligaron a desnudarse para connotar que no tuviera
armas ni drogas. “Si no lo hacía me tenía que volver a Buenos Aires”, sentencia
la porteña.
Leila accedió y concluyó: “Fue un mal momento pero viendo que después
los barras entran con armas de fuego y cuchillos, esto es inentendible”. El
fútbol nuestro de cada día.
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