Cuando nos paramos frente la góndola notamos
que el litro de leche tuvo aumentos progresivos en los últimos años. Sin
embargo en esta cadena, los productores pierden, y entre la industria,
supermercados y el gobierno se reparten las responsabilidades.
En nuestro país, la leche es un alimento fundamental en la canasta
básica de una familia. La situación actual de los precios, en general, tiende a
ascender. La inflación le está ganando la pulseada al Gobierno Nacional que no
quiere reconocerla. Esto sucede con la leche. Tanto en la mano de obra como en
la pasteurización, en el transporte y en la posterior venta de los
comerciantes, hacen que a una familia le cueste $7,50 el litro del sachet de La Serenísima que es el
producto lechero, de esa marca, más económico. En el cálculo de medio litro de
leche por día que se consume por niño, que es lo que se conseja que ingieran,
al mes, son 15 litros
= $112,50 por cada chico. Esta cuenta aumenta en las casas donde más de un
integrante consume este producto.
Este mecanismo va de la mano con la mayoría de las otras industrias. A
los productores lecheros no le cierran los números, el Gobierno Nacional fija
precios bajos y el resto se lo reparten entre las empresas y los supermercados.
Números en rojo. La
Sociedad Rural
Argentina (SRA) asegura que en los últimos cinco años han “cerrado los balances
en déficit” para el productor. Principalmente se debe a que los ingresos no han
acompañado al continuo aumento generalizado de los costos que termina
descapitalizando al industrial. A esta conclusión la fundamenta una
investigación del Instituto de Estudios Económico (IEE) que verificó que “los
ingresos por hectárea aumentaron un 96% en dólares y el incremento de los
costos totales alcanzó, en la misma moneda, el 119%”. Si se mide en pesos por
litro, el costo se agigantó un 187%. “En los últimos dos años, por orden del
Gobierno, se pasó de $1,45 a $2 el pago por el litro de leche a los
productores. Esto no es nada si se toma en cuenta que la inflación anual es del
30%, por lo menos tendrían que pagarnos $2,30”, afirma Mirta Huck, propietaria
de un campo de más de 100
hectáreas en Lobos. Para la productora agropecuaria los
números no cierran porque los valores de todos los factores no tienen un freno.
El Ministerio de Agricultura Nacional informó que en mayo de este año, el
precio promedio del litro leche cruda se ubicó en $2,075. Si se compara con
algunos países de la Región ,
los valores promedio expresados en dólares por litro de leche ubican a la Argentina por encima de
Uruguay, Chile y Brasil. Sin embargo, la contracara es lo que se le paga al
productor. Nuestro país aparece por debajo de las naciones vecinas según el
organismo que nuclea a empresarios agropecuarios (CREA).
“En mi caso que tengo un campo chico y no puedo tener muchas vacas en el
tambo ni disponer de muchas hectáreas para cultivar, no tengo margen
económico”, se queja la productora lechera sobre la situación actual. Los
costos subieron regularmente pero los ingresos han estado condicionados por los
efectos de las políticas que regularon el precio de la leche al productor y por
la evolución del valor internacional de la leche en polvo. Esto genera
márgenes, como dice Huck, netamente negativos.
“Invertir en un tambo, hoy en día, es muy arriesgado”, reconoce José
Luis Lanati que asesora tambos. Este ingeniero agrónomo convive en el día a día
con las problemáticas de los campos que se dedican a las vacas lecheras. Una de
las características actuales del negocio lechero es la volatilidad del importe,
más aún en países como la
Argentina , donde probablemente la principal referencia a la
hora de formar precios sea el comercio exterior. “Cualquier movimiento en la
oferta o la demanda internacional tiene un impacto directo en el precio de los
lácteos y repercute en el precio de la leche al productor”, sentencia Lanati
que es orientador de varios campos de la zona ondulada de la provincia de
Buenos Aires. “La gente se queja del precio en las góndolas pero no sabe que el
que elabora ese producto no le alcanza con lo poco que se le paga”, explica.
Del tambo al
supermercado. Cuando las
máquinas ordeñan a la vaca con ayuda del tambero, los camiones de las empresas
lácteas entran al campo a retirar la leche. Este transporte es especial ya que
tiene un tanque de almacenaje que suelen ser de panza fría, es decir, tienen
doble pared para regular la temperatura. El proveedor de La Serenísima , Germán Zas,
explica que “en la fábrica se decide la calidad del alimento y de ahí el
producto final que se hará con el
mismo”. Allí se pasteuriza y se envasa. Una vez preparado todo esto, La Serenísima envía tanto
en camionetas como en camiones sus productos para los supermercados y
comercios. “Todo el transporte de la empresa es terciarizado y la gran mayoría
hace lo mismo. Los costos del traslado se hace cargo La Serenísima es por eso
que cerca de $4 por litro se lo queda la compañía”, describe el empleado que
hace siete años trabaja en negocio lácteo.
Hay una explicación para descifrar por qué abonamos a ese precio el litro
de leche. Además de los aproximadamente $2 que se le paga al productor, otros
$4 son retenidos por la empresa láctea. A este total, por ejemplo los
supermercados chinos tienen que pagar ingresos brutos. En estos momentos, ellos
compran el litro del sachet de La Serenísima a $6,30. La venden en las góndolas a
$7,50, es decir entre un 19% y un 20% de ganancia para el súper.
Contracara entre
productores, industrias y gobierno. Los desencuentros y las diferentes visiones entre gobierno, industria y
producción se terminan pagando caro. “Existieron dirigentes de la producción
que en algún momento aseguraban que iba a faltar leche, que algunos
industriales llegaron a solicitar retenciones a las exportaciones porque los
polveros los corrían con el precio y que desde la Secretaría de
Comercio tenían la teoría incomprensible de que no existía presión de la oferta
sino todo lo contrario”, declara Huck que hace 15 años tiene su tambo. Claro
está que esto hizo y hace que el resultado sea dramáticamente previsible y si
se tiene en cuenta que Argentina es un país que cuando se habla de inversiones,
hay que decirlo en un corto plazo.
La defensa de las industrias se basa en la prohibición momentánea de
embarques, cuotas y suba de derechos de exportación. En una nota de opinión del
periodista de Clarín Rural, Héctor Huergo llama “década ganada” a los 10.000
millones de litros que se extraerán este año, misma cifra que en 1998. “Pero
este triunfo se logró con menos vacas, menos tambos y menos tamberos” escribe
Huergo. Las industrias, con cooperación del gobierno, ayudaron a través de sus
políticas económicas a que la cantidad de tambos se redujera. Según datos
oficiales se pasó de 6816 tambos registrados en mayo del 2012 a 6504 en el
último informe de mayo del año corriente. Además Huergo evita hablar de la
situación de otros países del Mercosur porque “las comparaciones son odiosas”
en clara alusión de que las políticas agrarias externas son mejores que las de
Argentina.
En las últimas semanas se encendió la polémica por los dichos del
ministro de Agricultura, Norberto Yauhar que llamó de “chorros” a los
hipermercados. Sucedió en medio del último paro agropecuario en junio. Lo
curioso es que Yauhar hizo suya la denuncia de la Mesa de Enlace sobre
lo poco que recibe el productor. Los dirigentes del campo critican la
diferencia entre el precio que recibe el productor por el litro de leche o el
kilo de carne y los que llegan al público. En ese reportaje con el diario
oficialista Tiempo Argentino, Yauhar puso como ejemplo el litro de leche. Bien
mencionó que la industria lo paga a $2, pero que en una feria de Lomas de
Zamora se vende a $4,90 y en los hipermercados, a $7,50 por sólo poner una
cajera. En la medida tomada por la Secretaría de Comercio, el congelamiento de 500
productos abarca al sachet de leche entera La Serenísima y se debe
cobrar entre $6,85 y $7,23 dependiendo del supermercado.
Esta actitud desconcertó a los comercios atacados ya que son aliados de
Guillermo, Moreno. En este sentido la situación es diferente a los mercados
chinos que no tienen convenio con el gobierno. Un comunicado reciente de la
Cámara de Supermercados de Rafaela que describe que las cargas fiscales en el
caso del sachet de leche llegan al 18%, a eso le añade el 17% que representan
los gastos de personal y un costo de 1,25% en las operaciones con tarjeta de
crédito.
“El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) no brinda
información desagregada sobre precios”, manifestó el empleado del organismo
público, Roberto Rodríguez. Además informó que “si se tiene en cuenta los
índices en el último año (Julio 2012 – Julio 2013), los productos lácteos
aumentaron un 9%”. La inflación privada no concuerda con este balance. Según la
página web www.inflacionverdadera.com, que provee índices alternativos a los
oficiales, la inflación anual se ubica en un 20,8%. Para los productores año a
año los costos aumentan desde un 20% y muchos de ellos en dólares. Huck da
cuenta que las industrias abonan 40% más el litro de leche que hace dos años
pero que, sin embargo, no alcanza porque no queda ganancia.
“En la cadena hay alguien que miente, y los platos rotos los termina
pagando el consumidor”, sentencia Zas mientras le cobra al dueño del súper
chino en el barrio porteño de Floresta. Por su parte, Mirta Huck es
contundente: “Acá el gran responsable es el Gobierno Nacional. Mientras esto
siga así, cada vez menos productores invertirán en sus campos. Ese dinero es
difícil de recuperar”. La realidad es que es imposible conseguir el precio que
dice el Ministro que debe venderse el litro de leche.
Vivir del campo. Los cambios tecnológicos, la competencia por la
productividad y los nuevos modelos de producción obligan a tomar decisiones de
inversión de diversa magnitud en los tambos. Para el director de la revista
Infortambo, Alejandro San Martín “antes de tomar una decisión se necesita
implementar un plan para analizar los efectos y estimar los resultados”. En el
ámbito rural, hay inversiones que tienen como objetivo bajar costos, otras
aumentar ingresos y en algunos casos se trata de una combinación de ambos. Una
de las variables que más influyen sobre el resultado de los tambos es el precio
de la leche. Por lo tanto cuando se hacen evaluaciones de proyectos, el precio
que se le asigna a la leche producida durante los años que durará el mismo, es
fundamental.
Los pequeños productores son los más perjudicados. En un tambo donde
ingresan 60 vacas, se necesita una inversión anual de sembrado ya sea de maíz,
sorgo, soja o fardo con su posterior cosecha. Dedicar hectáreas para el cultivo
y si no alcanza, tal vez tener la suerte de poder alquilarle a un vecino que no
las tenga en uso. Todo eso tiene su costo. Es cierto que el precio varía del
alimento que se le quiera dar al animal pero en lo que se le dé tiene que ver
la producción y la calidad de la leche.
A esto se le sumó la publicación en el Boletín Oficial del Indicador
Mínimo de Trabajadores para los tambos. Fue en enero del 2012 cuando la AFIP
notificó que debía haber un tambero cada 40 vacas en ordeñe. Esto provocó un
masivo rechazo de los productores. “La cantidad de empleados que tienen los
tambos hoy es mucho menos a los que establece la norma. Es un disparate, un
error de apreciación, pareciera que estuviéramos hablando de tambos del siglo
pasado”, se queja Mirta. Esta medida es utilizada por la AFIP para penalizar a
aquellos que no puedan justificar su declaración jurada.
En el caso del tambo se generan ingresos por varías vías: la principal
es por la producción de leche, pero también existe otra, nada despreciable, que
es por la venta de hacienda. Esta es denominada por algunos como subproducto
del tambo, ya que agrega ingresos. La ganancia no es un disparate pero se puede
sacar $3000 por animal dependiendo del peso y características.
Félix Fares se desempeña como consultor de empresas agropecuarias en el
tema de gestión económica, presupuesto y diagnóstico en la provincia de Buenos
Aires. Félix concluye diciendo que en esta actividad multimargen “es posible
calcular diferentes márgenes brutos pero lo cierto es que hoy en día sólo con
el precio de la leche que la industria le paga al productor, no es posible
mantenerse”.
Quesos: otra
alternativa. Cada vez más
productores se animaron a ir un poco más allá de la comercialización de la leche.
Comenzaron a invertir en quesos pero cada uno a su modo. Es el caso de Fernando
Crespo primer fundador del Noble Repulgue, creó la Tercera Docena y hace un
tiempo empezó, en su campo de Mercedes, a producir diferentes quesos con la
leche que saca de su tambo. “Cuando comencé hace más de 10 años la situación
era otra. Ahora hay que intentar retener a los clientes porque sumar nuevos
está complicado”, confiesa Crespo vía telefónica desde su campo de 150
hectáreas.
Luego de casi una década de expansión, los quesos argentinos están
perdiendo gradualmente mercados y competitividad. La salvedad son los mercados
regionales como Brasil y Chile, en el resto están surgiendo dificultades para
sostenerlos. Las causas de esta decaída son: la competencia de otros jugadores,
el alto valor de la leche en polvo (que se ubica a USD4643 pero llegó a
ubicarse en 5000 de la misma moneda).
Según María Livia Vilardo, de la Agencia PROCÓRDOBA S.E.M., “la comercialización de los quesos nacionales
está en baja”. En 2011 la exportación de quesos ascendía a 56 millones de
dólares. El año pasado se ubicó en 38 millones. Y si se compara cómo iniciaron
las exportaciones en 2013, las expectativas están por el suelo porque los
quesos disminuyeron un 11%. Las decisiones que salen de la Secretaría de
Comercio de limitar las exportaciones, hacen que muchos quesos no puedan ser
enviados al exterior y tengan que sumarse a la oferta ya establecida para el
comercio interior. “En estos momentos, por ejemplo, se ofrecen quesos de rallar
envasados al vacío por un valor menor que si se exportara”, describe José Luis.
El problema es que para que la cadena comercial se pueda sostener, a la larga o
a la corta se tienen que achicar los gastos.
Los que buscan los precios más bajos son las pizzerías. Le sucede a
Patricio Fernández, dueño de “La Universal” ubicada en el barrio de Floresta.
Patricio compra cerca de 200 kg de mozzarella y tiene dos proveedores: Barraza
y Quesos Argentinos. Él tiene dos marcas de lácteos porque a veces hay
faltantes y por sobre todas las cosas el precio. “Barraza me está cobrando $40
el kilo de mozzarella y Quesos Argentinos $32”, explica el dueño de la pizzería
famosa por la canción “Moscato, pizza y faina”, de Adrián Otero.
Hay veces que los camiones no pueden entrar a los campos a retirar la
leche porque los caminos están intransitables. Es por eso que muchos
terratenientes hacen masa lo transportan por sus propios medios a las fábricas
y luego se llevan la mozzarella para que ellos mismos la comercialicen. “A mí
me está dando resultado porque cuando vendo la mercadería le puedo poner el
precio que quiero y aún así sale más barato que las primeras marcas”, dice
Mirta que les enseña a sus tamberos a hacer transformar la leche en el paso
previo a la mozza. Esas fábricas hacen quesos duros y blandos como así también
ricota. Este proceso es utilizado principalmente por los pequeños empresarios
agrarios que además tienen sus campos ubicados a kilómetros de los caminos
asfaltados.
La población tiene a su disposición varías vías para reclamar por el
gasto que tienen que hacer por algunos productos y servicios. Cuando este
periodista quiso saber cuáles son sus opiniones al respecto del precio de la
leche, la Asociación de Defensa del Consumidor y Usuarios de la Argentina
(Adecua) como la Subsecretaría de Defensa del Consumidor hicieron oídos sordos
y no emitieron juicio alguno a la solicitud.
Así termina el camino, los productores, las industrias y el Gobierno
Nacional peleándose y el ciudadano pagando lo que refleja el mostrador del mercado.
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